Últimamente estamos asistiendo a un nuevo boom del email, cuando creíamos que ya estaba casi muerto por culpa de las redes sociales. No solo como herramienta de marketing, sino como nicho de mercado en aplicaciones móviles. No hay más que ver la gran cantidad de aplicaciones de correo electrónico aparecidas en los últimos meses para iOS: Mailbox, Triage, Dispatch, Boxer, Mail Pilot, Cloze, Incredimail…por citar las más conocidas y populares.
Todas ellas se diferencian de la aplicación nativa Mail.app de Apple en un mismo aspecto: intentan transformar el correo electrónico en un problema de productividad para el usuario. Me explico.
La aplicación nativa Mail.app es solo un cliente de correo electrónico. Con ella puedes leer tus mensajes, borrarlos, moverlos a otro buzón, responderlos o reenviarlos. Nada más. La esencia pura de un cliente de email. Una herramienta que cumple una única función muy concreta, ser un canal de comunicación in-out cerrado en sí mismo. Esto es, sin posibilidad de ejecutar acciones o enviar información a otras herramientas que no sean clientes de correo electrónico.
En iOS este carácter cerrado se puede puentear utilizando el copy-paste, pero también mediante el envío de mensajes a direcciones que hacen cosas con esos mensajes. Por ejemplo a tu dirección personal de OmniServer (que coloca los mensajes como tareas en Omnifocus), o a tu cuenta de Pocket. Pero al final lo que haces es distribuir la información a los canales y herramientas adecuados para su gestión.
Las aplicaciones mencionadas antes van en el sentido contrario. En lugar de intentar abrir el email, interconectándolo con las herramientas adecuadas, intentan convertirse o incorporar las funcionalidades de esas mismas herramientas en el propio cliente de email. Así, tenemos por ejemplo Mailbox o Mail Pilot que permiten añadir mensajes a listas de tareas, e incluso programar cuando queremos ver determinados mensajes recibidos.
No sólo subvierten la propia naturaleza del email sino que le agregan un carácter que no es el suyo, que no le corresponde. El email no es una herramienta de productividad o GTD, sólo un canal de comunicación cuyo contenido necesita ser procesado externamente. Por lo menos esa es mi visión. Utilizar el email como lista de tareas es convertir el email en un problema adicional.
En este sentido sí que me gusta la aproximación de Dispatch, de la que ya hablé anteriormente. En lugar de intentar convertir al propio cliente de correo en un todo-en-uno, lo que hace es interconectar el email con las aplicaciones externas necesarias para su procesamiento, como por ejemplo Things o Evernote.
Mantener la simplicidad, el foco en una sola tarea, es quizá lo mejor que le puede pasar a un cliente de correo electrónico. Es posible que esa sea una de las razones por las que la aplicación Mail.app de Apple ha evolucionado tan poco en los últimos años.
Reconozco que tarde o temprano esa evolución se tendrá que producir, pero no creo que el camino sea convertirla en algo como lo que proponen Mailbox o Mail Pilot. Todo lo contrario, yo apostaría por la dirección emprendida por Dispatch, del mismo modo que la misma Mail.app en OS X es capaz de comunicarse con otras herramientas nativas como iCal, los Recordatorios o los Contactos. Al final se trata de hacer cosas con los mensajes, no de convertirlos en un objetivo en sí mismo.